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Nigeria.- La ola de violencia está en la feroz competencia por los recursos naturales entre dos comunidades tribales, los pastores fulani y los agricultores, su mayoría hausas.
En esta zona la tierra de cultivo o pastoreo escasea, multiplicando los conflictos, cuyos protagonistas movilizan grupos armados para ser protegidos.
Las autoridades llaman a los defensores de los pastores «bandidos» y a los de los agricultores «comités de vigilancia», milicias de aldeanos armados.
Tras años de violencia entre comunidades y políticas agrarias favorables a los agricultores, muchos pastores se han pauperizado. Algunos han recurrido a actividades delictivas, indica el International Crisis Group (ICG).
Estos grupos han aterrorizado a las poblaciones nigerianas del noroeste, atacando aldeas, robado ganado y secuestrado a personalidades locales o viajeros en las carreteras para pedir rescate.
En estos últimos meses, atacaron escuelas en tres ocasiones, secuestrando centenares de adolescentes, provocando indignación mundial.
Estos criminales están involucrados en abigeato, secuestros para solicitar rescate y robos a mano armada.
Es difícil estimar cuántos son, pero sólo en Zamfara, hay unos 40 campamentos de bandas criminales, afirman las autoridades.
Algunos de éstos están integrados por centenares de combatientes, otros son pocas docenas. En total, serían unos 10.000.
Su violencia se extendió a cinco estados vecinos: Kaduna, Katsina, Níger, Sokoto y Kebbi.
Entre 2011 y 2019, fueron secuestradas 3.600 personas en el estado de Zamfara, una violencia que ha provocado 8.000 muertes y más de 200.000 civiles desplazados (fuente ICG).